martes, 22 de enero de 2008

MINUTO DE FILOSOFÍA PERSONAL EN UNA TARDE HERMOSA DE DESCANDO EN RIO DE JANEIRO... UF.....




Cierta vez le preguntaron a Buda qué era lo que le sorprendía de la humanidad.Luego de meditar, respondió: "Los hombres que pierden la salud para juntar dinero y luego pierden dinero para recuperar la salud y que, por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente, de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro; viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiesen vivido".
La reflexión de Buda, que tiene más de 2.500 años, nos enseña, además que, en cuanto a estupidez, la conducta humana mantiene una constante que no solo es invariable, sino que parece profundizarse en la medida en que la sociedad deviene más compleja, ofrece más objetos de consumo y exige, por lógica, más tiempo para poder adquirirlos.
Gandhi decía que los seres humanos viven poseídos por lo que NO poseen y, más que por lo que poseen.
Es decir por lo que aún no han obtenido y desean poseer.
Agregaba el Mahatma que las cosas son buenas mientras son útiles, pero dejan de serlo cuando se vuelven imprescindibles. Ni Buda ni Gandhi parecen tener demasiado peso en el pensamiento del actual orden establecido. Sus reflexiones no parecen lo suficientemente seductoras como para alterar un planeta obsesionado por el consumo y estimulado a materializarlo más allá de que las consecuencias de esta conducta puedan conducirnos a un desastre sin retorno.
Debemos admitir que la sofisticación de la vida moderna ha vuelto imprescindibles más objetos que la que estos sabios pudieron imaginar. La computadora, por ejemplo, en la que escribo en estos momentos, es uno de ellos. Prescindir de ella me obligaría a escribir muchas planas de papel a tinta y sudor para que llegue a cada amigo con quien comparto esto, o sea, una pérdida de tiempo tan grande como tener que salir a buscar agua cada mañana a 100 o 200 metros de distancia, gastar mi vista leyendo a la luz de una vela, o viajar por tierra o barco a sitios distantes.
También es cierto que los desechos de las computadoras en desuso son tóxicos, que el agua que surge generosamente de nuestros caños es una invitación al despilfarro, que la luz de las velas ahorraría cantidades gigantescas de petróleo y que si no hubiese aviones se reduciría considerablemente la contaminación. Resulta, sin embargo, aparentemente inviable regresar al pasado. Es difícil, sino imposible, desvivir lo vivido, desaprender lo aprendido y, sobre todo, deshacerse de hábitos que ya forman parte de nuestra existencia. Hábitos que son, sin duda, nuestra segunda naturaleza.
La pregunta que me formulo y que quizá deban responder mis tataranietos es la siguiente: ¿qué va a ocurrir cuando los recursos que nos permiten a unos 2.000 millones de privilegiados vivir en condiciones de confort que ni siquiera los césares o reyes más poderosos pudieron imaginar se vuelvan inviables?
¿Cómo reaccionará esta porción satisfecha de la humanidad ante la necesidad que, nos guste o no, está a la vuelta de la esquina?
¿Desaparecerá el tenue barniz cultural que nos aplaca y reasumiremos plenamente nuestra condición animal?
Es posible.
Mientras tanto, no sería malo prestar un poco más de atención a voces sabias que, como Buda, Gandhi o tantos otros, han tratado de hacernos comprender que la adicción a los objetos y el estatus es solo una frágil apariencia de la felicidad.
No quiero parecer deseperanzado... pero ¿a quién le puede importar lo que escribo hoy en mi minuto de filosofía?...
Afortunadamente mi blog no acepta comentarios.
MICHAEL

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